No subestimemos el amor, el amor es un sentimiento revolucionario, imaginemos a un grupo de Cupidos resistiendo en las montañas, con armamento casero y ya escaso, pues esto es lo que pasa, como pienso explicar a continuación.
Resulta que el sistema se nutre precisamente del profundo desamor que sentimos hacia nuestro entorno y nuestros semejantes. Para poder existir, el capitalismo agresivo e inhumano, ha hecho una campaña total contra el amor. Nos ha hecho solos y desapegados fomentando nuestro aprecio a los objetos, por ejemplo, y si hemos desarrollado algo de amor solo es amor a nosotros mismos. Nos bombardean a todas horas con la idea de 'felicidad', en la televisión vemos modelos de 'felicidad', la 'felicidad' es el reclamo para todo. Los libros de autoayuda nos invitan a 'ser felices' Digamos que el pilar de la sociedad esta nuestra, la justificación de todo, el objetivo de toda vida es encontrar la 'felicidad' Pero esta felicidad es propia e individual y detrás de ella subyace la idea de calmar los propios dolores y buscar las propias alegrías. Es un mensaje sutil pero efectivo y como la gutta cavat lapidem, terminamos desarrollando un mecanismo instintivo de búsqueda del beneficio personal por encima, sí, sí, por encima, de todas las cosas. Y no hablemos, si quiera de los cursos de coaching y liderazgo. No hay nada más individualista y más falto de amor que la idea de liderazgo y éxito, nada más descorazonado que la necesidad imperiosa de perseguir un estatus, de evitar el fracaso. Son ideas que llevamos arraigadas y que nos hacen cruelmente infelices, ya que en el recorrido hacia nuestro propio éxito y felicidad nos vamos desenamorando por necesidad del resto elementos que nos harían realmente afortunados: las relaciones humanas, nuestro entorno, nuestras aficiones. Este estado de enamoramiento hacia las cosas (porque el amor no es una búsqueda, es un estado de participación y bienestar estático) que no nos reportarán ningún beneficio económico ni nos darán un nombre en sociedad es incompatible con la obtención de estos mismos beneficios, ya que el verdadero amor no nos permitiría ser ni remotamente líderes de nadie, por ejemplo, ni permitir un desahucio (por poner un ejemplo de actualidad)
Y es por esto que hay una especie de guerra, un bombardeo, un ataque a sangre fría de los interesados en imponer su sistema de metales, rascacielos y ordenadores, contra los que enamorándose, se siguen rebelando. Sin querer, los enamorados, estamos haciendo política cada vez que damos un beso o un abrazo, que ayudamos a alguien o que renunciamos a nuestro propio beneficio para dárselo a otro.
No dejemos de celebrar el amor, el amor es, en el fondo, nuestra ideología, el amor es antisistema, ¡viva el amor!