jueves, 25 de octubre de 2012

Cuando llueve en París pero no es mi día

Cuando llueve y no cojo paraguas y no hay un solo toldo, soportal, o como se llame eso que sale de los techos, de mi casa a la facultad, me subo a la bici e imagino que estoy en París. Huele a curasán y hay árboles de esos que dan como cerezas con pelos, la luz se refleja en los adoquines y puedo sentir las vibraciones de la Torre Eiffel  metálica y rosa (así es en mis ensoñaciones) e incluso las miradas seductoras de los parisinos sexys que viven en buhardillas, trabajan de cocineros y por la mañana pintan.

O bien que voy a acabar en algún granero refugiada con Michael Fassbender y las polainas secándose del agua de lluvia bien lejos de mí, donde quiera que sea que se sequen las polainas pero puestas no.

Y mientras tanto lo que ha pasado, no lo quiero contar porque no se va a creer pero de verdad que ha pasado, ha sido que me he caído de rodillas y los mendigos me han ayudado a levantarme y me han puesto la cadena de la bici.

viernes, 19 de octubre de 2012

El porqué de la vida


No nos equivoquemos, personas oscuras del mundo, la vida no está tan mal pensada. Si le buscas el sentido desengáñate porque no lo tiene, nacemos, morimos y escasas veces nos reproducimos, si aparecemos en la wikipedia somos inmortales, pero lo mismo da porque ya solo nos pedirán autógrafos los gusanos. ¿Qué perfección, qué plan divino puede haber? Si además existe la vejez, los desengaños amorosos y los bollos con pasas que parecen bollos de chocolate.  

El problema es que te has equivocado de punto de vista, es un vicio muy de cerebro humano lo de buscarle sentido a las cosas, finalidades y objetivos (¡ja! permitidme que esboce mi más elegante mueca de desprecio) Lo cierto es que debe haber una suerte de dios o inteligencia que lo controle todo y al que se le haya ocurrido que sintamos (y aquí está la clave del asunto) ilusión.

El ser humano (hablo del ser humano porque soy uno, lo mismo a los animales también les pasa) es una máquina perfecta de ilusión. Deja a un hombre solo, sean sus circunstancias las que sean, en una habitación, y le brillarán los ojos al abrir una libreta nueva, no verá el momento de salir a mirar por la ventana, el teléfono le arderá entre las manos esperando un mensaje del amor de su vida. Las cosas despedirán un aroma atrayente, se acercará a verlas una por una. Luego saldrá a la calle y sonreirá si llueve, le latirá el corazón porque va a ver a un amigo, se cambiará de acera para mirar escaparates o pisar la hierba.

Como si de ella dependiera nuestra supervivencia, la ilusión reaparece siempre bajo cualquier circunstancia sin que nos demos cuenta. Es lo que nos mantiene con vida en los peores momentos, es el plan perfecto y divino para nuestra supervivencia. Es, después de haberlo buscado tanto y en tantos sitios, el sentido.